Somos muchas las personas que en estos momentos estamos cuidando de un familiar cercano que no puede valerse por sí mismo, y tiene el Mal de Alzheimer. En algunos casos esta circunstancia es breve y temporal y en otros la necesidad de cuidado se prolonga durante años.
Cuidar de una persona que no puede hacerlo sola, todos sabemos que es una tarea difícil, cansada y muy agotadora. Por eso hay que prepararse, hay que entrenarse; física y emocionalmente, para que esto no afecte a nuestra salud.
A veces pensamos que podemos, y debemos, asumir en solitario todo lo que implica el cuidado de la persona enferma del Mal de Alzheimer que es dependiente: alimentación, aseo, movilidad, entretenimiento…y esto nos lleva a tener que renunciar a nuestra propia vida, a nuestras relaciones sociales y a veces hasta a nuestro trabajo, aparte de nuestra vida familiar… En esta enfermedad el enfermo necesita supervisión (en un primer momento) y posteriormente va necesitando ayuda las 24 horas del día.
La enfermedad de Alzheimer es como un ladrón de memoria que, en pocos años, sume al paciente en una tremenda oscuridad y le va privando progresivamente de todas sus capacidades mentales. En primer lugar, la enfermedad le roba la memoria del día a día; a continuación, va minando su capacidad de razonar, conocer, hablar y actuar, hasta que acaba por arrebatarle las capacidades más básicas del ser humano. La enfermedad castiga al enfermo y a las personas que le rodean, y por este motivo es aún más difícil de entender y afrontar, es como una enfermedad "en grupo", en la que una persona la padece y el resto la sufren.
Sin embargo, hay que intentar convencernos y convencer a las personas de nuestro entorno familiar, de que esta tarea es una responsabilidad que hay que compartir.
Para cuidar a otra persona en las mejores condiciones, tenemos y debemos cuidar también de nosotros y nosotras.
Agradecimientos: "LORENZO RODRIGO SALES"
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